El mecanismo de un botijo
De todas formas, sé que (siendo muy simple), los tíos son simples y las tías somos más hijasdeputa... en el sentido ese en que vemos siempre más allá, interpretamos y reinterpretamos. Y muchas veces, lo que no ve una lo ve la otra. Pero ese es otro cuento.
Estos días han estado aquí mis amigos. Esos de los de verdad. De los que están cerca cuando los necesito. He soplado las velas de mi cumple (que este año aún no había soplado y siempre es señal de buena suerte soplar velas rodeada de gente a la que quieres), hemos recorrido Madriz a pie (prácticamente) y hemos compartido unas risas (que me hacen falta). Ayer pensé que me iban a matar (así, directamente). Primero nos recorremos el Reina Sofía, vamos a comer a Lavapiés, a un restaurante griego que lleva una mujer que me parece una mamá, subimos hasta la Plaza Mayor, bajamos por Huertas, llegamos al Prado, caminamos por el Paseo hasta la plaza Cibeles, nos acercamos a la Puerta de Alcalá, y vamos a buscar la calle Génova, para llegar hasta Malasaña, donde cenamos. Finalmente bajamos por Fuencarral hasta la Gran Vía. Y les digo que no puedo más, así que me voy para casa. Los dejo cerca del Museo Chicote, aunque acabaran bailando el "yogurcito" en un cubano... :-)
Y Lola sigue aquí. Cerquita. Me echa las cartas y me dice que no me preocupe. Y aunque sé que tengo mil motivos para preocuparme, me hace sentirme tranquila. Al menos de esa forma que necesito tranquilidad. Lorena está en el Viñarock, viendo a Manu Chau y al Flaco...